Después de la revocatoria: por otro Concejo para Lima

El resultado (aún parcial) de la revocatoria puso en primer plano un cargo que había pasado casi desapercibido durante las anteriores gestiones municipales: el de regidor. La mayoría de limeños probablemente no podría nombrar más de 3 regidores durante el gobierno de Castañeda. Ahora, sin embargo, parece que serán revocados más de 13 de ellos y tendrá que haber elecciones para elegir otros. Esto es nuevo, pues nunca en los 33 años que llevamos eligiendo gobiernos municipales se tuvo que votar directamente por regidores.

Con el sistema actual, los regidores entran al concejo como parte de la lista del candidato a alcalde. El que gane la alcaldía pone a la mitad más uno del concejo (o más, si es que gana con más del 50% de los votos). Los demás regidores entran según cuántos votos haya alcanzado el candidato a alcalde de su lista. El sistema puede parecer similar a un sistema en el que el congreso es elegido sin voto preferencial. Pero se distingue en que depende directamente del voto por alcalde, no de la lista congresal/concejal. El equivalente de este sistema a nivel nacional sería que no se vote por congresistas, sino que cada candidato a presidente presente una lista de 130 congresistas (en distrito único), y el ganador entre con los primeros 66 de su lista.

Este sistema presenta varios problemas. En primer lugar, no existen los mecanismos de representatividad que suele tener un poder legislativo. Al haber un distrito único, cada regidor no representa a un grupo de electores sino, en teoría, a todo el electorado. Y al haber entrado solo por estar en la lista del candidato a alcalde, probablemente la presencia de cada regidor en su lista no influyó en el voto.

En segundo lugar, genera un concejo sometido a la voluntad del alcalde, con espacios reducidos para el debate. No es posible tener un concejo de oposición (salvo después de una revocatoria como la que acaba de pasar). El gobierno municipal se «despolitiza», y probablemente este sistema haya contribuido a la imagen de que el de alcalde de Lima es un cargo «ejecutor» y no «político», pues no hay mucho espacio para cuestionar sus decisiones.

En tercer lugar, el sistema de distrito único aumenta la posibilidad de que ciertos sectores o áreas de la ciudad estén sub-representados. Dirigentes de la Margen Izquierda del Río Rímac me comentaban que en el concejo no había nadie de esa zona, y que si hubiera habido alguien, la negociación y aprobación del proyecto Línea Amarilla habría sido distintas, pues su voz habría estado en las sesiones de concejo. En su caso, además, la falta de representatividad está acentuada porque ellos no eligen al gobierno distrital de Lima. En el concejo actual es bastante clara esta desigualdad: la mayoría de regidores proviene de los distritos más ricos.

Para ilustrar la desigualdad en la representatividad del concejo, elaboré este cuadro calculando cuántos regidores tendría que haber por distrito para que todos estén igualmente representados. El resultado: los distritos más sobre-representados en el actual concejo son algunos de los distritos más ricos, mientras que los distritos más pobres están sub-representados. La preocupación de los residentes de la Margen Izquierda refleja esta desigualdad.

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En verde, distritos sobre-representados. En amarillo, distritos con más de 100,000 electores y ningún regidor, y distritos con menos de la mitad de regidores de los que «debería» tener. Para facilitar la exposición he omitido los distritos con menos de 100,000 electores y ningún regidor.

¿Cómo se podría cambiar estos defectos? Una opción para abordar los problemas descritos sería crear distritos electorales. Por ejemplo, que cada medio millón de electores vote por 5 regidores. O que cada distrito elija una cantidad de regidores según su población (como ocurre con las regiones y el Congreso). De esta forma, los canales representativos estarían más claros: los habitantes de cada distrito sabrán bien quiénes son sus regidores, y ellos serían los encargados de canalizar sus demandas hacia el gobierno provincial. El concejo se podría convertir en un espacio de debate «interdistrital», algo que hace falta en una ciudad fragmentada administrativamente como Lima.